sábado, 13 de noviembre de 2010

Entrevista a Fidel Castro - Clarín 11 de octubre de 2002

PRIMERA NOTA: SU PROYECTO TRAS LA REVOLUCION CUBANA

Un mate en La Habana, y la Argentina en los sueños

En octubre de 1967, casi nueve años después del triunfo de la revolución en Cuba, que protagonizó junto a Fidel Castro, el argentino Ernesto Guevara fue asesinado en Bolivia, donde dirigía a un grupo guerrillero. El "Che" se convirtió en un mito de rebelión en el mundo. Desde hoy y hasta el martes se contarán historias de su vida. Lo hará, entre otros, un periodista de Clarín que lo conoció y trató.


Vale la pena contarlo: el mismo día que llegué a Cuba conocí al Che.

Fue a principios de setiembre de 1959, en vísperas de la designación de Ernesto Guevara como director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), el organismo que debía pensar y ejecutar los cambios revolucionarios en la economía cubana.

Unas tres semanas antes, Guevara había regresado de un largo viaje por España, Egipto, India, Indonesia, Yugoslavia, Ceilán y Japón, entre otros países.

El viaje del Che había comenzado en Madrid y lo convirtió en el agente viajero de los ideales revolucionarios en catorce países en total. En su mayoría formaban parte del grupo de 29 Estados nacionales que en 1955 se habían reunido en Bandung, Indonesia, para afirmar su neutralidad con relación al bloque soviético y a los Estados Unidos enfrentados por la Guerra Fría, al tiempo que proclamaron su respaldo a los movimientos anticolonialistas en Africa y Asia.

Antes de esta gira, Guevara había atravesado un período de mala salud, probablemente a causa de la humedad de su despacho en la fortaleza del Morro, a la entrada de La Habana. Pero casi tres meses por el mundo lo habían mejorado de sus ataques de asma -que lo perseguían desde chico- y ahora se preparaba para conducir al pequeño equipo de economistas que debía diseñar el programa para la reforma agraria y la industrialización de la isla.

En la antesala de su explosiva designación, Guevara no concedía entrevistas de prensa. Pero esta vez no se trataba de eso: el abogado argentino Carlos Infante, entonces director de Radio Rivadavia y hermano de la médica psiquiatra Tita Infante, amiga y corresponsal de Guevara, había llegado a La Habana con 5 kilos de yerba mate. Habíamos viajado con Infante desde Buenos Aires, junto con los directores de dos radios de provincia, con una escala imprevista en Nueva York. Infante fue quien me dio la noticia:

-El Che nos espera a medianoche.

La medianoche del Che fue a la una de la madrugada. Ahora su oficina estaba en un edificio sin terminar, de catorce pisos, que el dictador Fulgencio Batista había imaginado como sede del Ayuntamiento de La Habana, al costado de un espacio vacío donde después fue trazada la Plaza de la Revolución cubana.

Las paredes, de cemento desnudo, transpiraban copiosamente a esa hora y el encuentro transcurrió en un clima de intimidad que sólo podía explicarse, en aquella peligrosa situación política, por la confianza que el nombre de Tita Infante transmitió al Che apenas fue pronunciado por su hermano.

He olvidado casi todo de aquel encuentro pero recuerdo el mate pasando de las manos de Guevara a las de Infante, y un mapa "Bemporad" de la República Argentina en uno de aquellos muros pelados y sin adornos, apenas tolerables y difíciles de imaginar como el entorno de todos los días.

Guevara tenía entonces 31 años y formaba, con Fidel Castro y Camilo Cienfuegos, la trilogía emblemática de la Revolución cubana. A pesar de los esfuerzos que en esos momentos hicieron sus enemigos por presentarlo como un comunista sin autocrítica y un aventurero internacionalista sin patria, ya entonces podía verse que él fue, posiblemente, quien comprendió antes que ninguno el mundo terrible que aguardaba a los cubanos y el destino del socialismo real.

Más difícil fue advertir ya en esos momentos, que en los pensamientos de Guevara nunca dejó de aparecer la dolorosa incógnita de la lejana Argentina.

Puedo dar fe de la ansiedad que invadía al Che cuando llegaban noticias argentinas, especialmente durante la torturada presidencia de Arturo Frondizi. Cuando visitó a Frondizi en Buenos Aires, durante la conferencia interamericana de Punta del Este de 1961, Guevara conocía tantos detalles de la situación política local como el mismo Presidente. Le resultaban familiares los nombres de los caudillos militares que acosaban a Frondizi, sabía de memoria cuáles eran los caciques sindicales y, por cierto, estaba al día sobre las posiciones de Perón, cuyas ideas había revisado generosamente, tal vez con el realismo que le impuso su propia experiencia en el poder cubano.

En la agencia informativa Prensa Latina su director, el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, recogía diariamente las noticias de Buenos Aires y las enviaba al Che. Cuando se produjeron levantamientos militares, Guevara se hizo presente en la redacción de Prensa Latina, donde amaneció como otros millones de argentinos: escuchando la radio, tomando mate y usando el teléfono hasta la mañana. Una foto poco conocida lo muestra leyendo las noticias en los equipos de comunicaciones de Prensa Latina.

En 1953, cuando emprendió su definitiva aventura latinoamericana, Guevara escuchó por primera vez en casa de un exiliado antiperonista en La Paz la excitante hipótesis de que el gobierno peronista tal vez podía ser derribado por una invasión desde Bolivia en la frontera con Salta. Perdió la vida catorce años más tarde, cuando intentó establecer en Bolivia un punto de partida para llevar la revolución hasta la Argentina.

Algún tiempo antes, cuando ya era el Che, mantuvo este diálogo con la escritora argentina María Rosa Oliver:

-Bueno, basta. No hablemos más de la Argentina.

-¿Por qué? Si usted la quiere mucho.

-Por eso mismo.

Viernes 11 de octubre de 2002  - Clarin

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